Posts Tagged 'Sé lo que hicisteis…'

Mi lado bueno

Algunos ya sabéis que desde hace más de un año, no sé muy bien por qué, en Estrella Galicia decidieron que yo era la persona ideal para ser su imagen. Es obvio que reuno el requisito de tener panza cervecera, es más, mi propia figura recuerda a un barril de cerveza, pero aún así, seguro que había otro más guapete al que también le pegara hartarse a birra. Y después de un año adornando los autobuses, marquesinas y vallas de carretera de toda Galicia, he de anunciar que este año voy a lucir palmito mejor acompañado. Y al menos para los tíos, ver mi jeto en todas partes, tendrá una parte positiva. Porque el pasado domingo se estrenó la campaña de la nueva cerveza de la marca: Estrella Galicia Light y como la palabra ‘light’ no pegaba mucho con mi perfil, decidieron buscarme una pareja que diera algo más el pego, así que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid o lo que es lo mismo, que yo salgo en «Sé lo que hicisteis…» pues han llamado a mi compi Pilar Rubio. Este el resultado, espero que os guste:

Además del spot se han grabado dos finales más que no os puedo mostrar aquí porque aún no están subidos al YouTube, están inspirados en la escena del espejo roto de la peli «Sopa de Ganso» de los hermanos Marx, salvando obviamente las distancias que hay entre mí y Groucho, que son mayores que la distancia que hay entre nuestros hogares de nacimiento.

Nada más, os dejo la foto de mi lado bueno…

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«Prison Patri»

La semana pasada estuvimos sin Patri en el programa. El motivo de su ausencia era que debía viajar a Nueva York a recibir un premio honorífico como embajadora de la ONU y bla bla bla… Pero a nosotros justificar todo eso nos daba un poco de perecilla, después de todo, aunque son buenas noticias no deja de ser algo que forma parte de su vida privada. Así que preferimos inventarnos que había cometido un delito a propósito para entrar en la cárcel y ayudar a escapar a un primo suyo, en plan «Prison Break», pero por supuesto, teniéndolo todo mucho menos estudiado, o estudiado desde la manera de ver la realidad que tiene su personaje de «Sé lo que hicisteis…» De este modo, planteamos una mini-parodia en cinco episodios, uno por día, y previmos un desenlace que se ha emitido hoy, lunes, día en que ha vuelto. Y como hemos quedado muy contentos del resultado, tanto a nivel de realización, de guión (esto está feo decirlo, pero que cojones, ¡si nos ha gustado, nos ha gustado!) y por supuesto de acting, que se me ha ocurrido colgar la serie al completo aquí por si alguien no la ha visto, se ha perdido un capítulo o le apetece verla del tirón aprovechando que es cortita.

¡Espero que os guste!

CAPÍTULO 1:

CAPÍTULO 2:

CAPÍTULO 3:

CAPÍTULO 4:

CAPÍTULO 5:

Y finalmente el desenlace:

En este primer video del avance del programa podemos verla durante su fuga:

Y en este segundo, la estrategia que usó para fugarse. Lo malo es que hoy hemos notado las prisas y la acumulación del resto de grabaciones y no hemos conseguido que la realización estuviera a la altura del resto de los episodios. Una pena. Estaremos más atentos para próximas sagas…

Los TP… De Oro

Los Goya

goya

El pasado domingo se celebró la ceremonia de entrega de los premios de cine más prestigiosos de nuestro país: Los Goya. Sé Sé que no es justo compararlos con los Óscar, el presupuesto de todas las películas que se producen en nuestro país al año no da ni para cambiarle las ruedas al Bat-móvil. Pero es inevitable, y no hay que fijarse mucho para darse cuenta de que no haría falta una fortuna para poner nuestra gala a la altura del evento más glamuroso del mundo. La diferencia la marcan los pequeños detalles.

oscarDe entrada, “los Óscar” es un nombre muchísimo mejor que “los Goya”. Porque Goya, era un pintor, y respeto su obra, la admiro, pero ¿por qué te regalan un busto de un pintor por hacer una buena peli? No tiene sentido. Es como si a los futbolistas por ganar la liga les regalaran una edición del Quijote en tapas duras tapizadas. Y sí, dentro de lo malo, ya sé que sería peor que en vez de regalarte una estatuilla de Goya te regalasen una de un escayolista y que los premios fueran “Los Pepe Goteras” o “los Manolo y Benito”, que, pensándolo bien, llamarlos así sería una metáfora mucho menos pretenciosa sobre como está hecho nuestro cine. Pero ya no es tan grave que la estatuilla sea un pintor o un soldador de estaño, después de todo Óscar es un tío en pelotas tapándose sus vergüenzas con una espada, que digo yo que podía llevar un cuchillito, que no creo que fuera para tanto su masculinidad… Pero ese es otro tema. El acierto está en que el espadachín nudista en cuestión se llama Óscar y no Sir Lancelot o El Zorro. Óscar es un nombre común y eso hace que cuando alguien hable de Óscar sepas inmediatamente a qué se están refiriendo. Aquí por pasarnos de pomposos cada vez que dices: “Goya”, te preguntan: “¿El pintor o los premios?” Además, puestos a darle al premio el nombre de un artista ilustre, mejor ponerle el de uno que al menos fuera del gremio. Llamarlos “Los Buñuel” si buscan un toque cultureta o “Los Paco Martínez Soria” si quieren darle un puntito más campechano,  pero no bautizarlos con el nombre de un señor que murió antes de que se inventara el cinematógrafo.

"Pe", The Goya-Oscar connection

"Pe", The Goya-Oscar connection

Otra cosa que resta glamour a nuestra fiesta es la alfombra. Es verde. ¡Verde! ¿Desde cuando el verde se asocia a la fiesta, al lujo o a la elegancia? ¿Alguna vez le habéis dicho a una tía: “¡Que atractiva estás, con los labios pintados de verde!”? No. La seducción se viste de rojo. Pisar a una alfombra verde lo único que provoca es que te entren ganas de jugar al fútbol, al golf o de disfrazarte de Heidi y ponerte a esquilar ovejas. Pero el desastre no acababa ahí, porque la alfombra tenía sponsor y no era precisamente de Movierecord o de palomitas de microondas. No, ¡era de güisqui!  Que yo creo que quedaba más elegante que cada uno de los invitados desfilara con una botella en la mano que ver la publicidad estampada por todas partes. Pensadlo, imaginaos en vuestra boda, caminando hacia el altar, sobre una alfombra (espero que roja) llena de publicidad de preservativos, las risitas tontas serían inevitables. Si querían sacar dinero con la publicidad, en vez de hacer de la alfombra el mono de un piloto de Fórmula 1, que le hubieran cambiado el nombre al lugar de la ceremonia, el Palacio Municipal de Congresos del Campo de las Naciones, que ya no es que sea un nombre feo, es que ni siquiera cabe en las invitaciones, por “Teatro Kodak” como el de los americanos, o “Teatro Fujifilm” al menos. Así, además de hacer publicidad, hace que sea imposible que te olvides de llevar la cámara de fotos.

Al final de este vídeo, podeis verme adaptando este texto para el programa del viernes pasado, en el bar de «Sé lo que hicisteis…»


Esto en CajaMadrid no pasa…

Definitivamente trabajar en “Sé lo que hicisteis…” no es como trabajar en cualquier otro sitio. Ni siquiera en otro programa. No es la magia de la tele ni nada de eso. Es la sin razón de una banda de tarados que alguien con muy mala intención pero muy buen criterio, -el jefazo-, y no me refiero al señor de LaSexta, sino al señor de SLQH…, nuestro jefe, ha decidido juntar. No es por vender la moto del buen rollo y la diversión sin fin trabajando de la mañana a la noche, que no es así, que también nos agobiamos, tenemos nuestros momentos malos y nos cagamos en nuestra madre o en la de quien corresponda más de una vez al día. Pero pese a todo, es diferente.

Ya llevo nueve meses formando parte de esta chifladura diaria y hace tiempo que he dejado de ser el nuevo, detrás de mí ya han llegado varios, unos a echar una mano en verano, otros para quedarse, y me he dado cuenta de que ninguno de los que llegan termina de encajar hasta que asume que tiene que dejarse llevar por los acontecimientos: Si por algún motivo suena en la redacción una copla, tiene que levantarse y ponerse a dar palmas, si puede ser subido a la mesa mejor. Tampoco debe extrañarse si ve pasar a uno de sus compañeros disfrazado de pollo o de queso. O si otro está escribiendo el guión vestido de camarero porque ha estado grabando un sketch y no tiene ni tiempo, ni ganas (¡ni necesidad, que leches!) de volver a cambiarse. Cuando a las diez de la mañana estas tomando un café tan tranquilo, leyendo el periódico, si el 20minutos es un periódico, en Internet y alguien de producción llega y te dice: “Tienes que irte corriendo hasta el pirulí gritando “¡Vasile perdón!” mientras te grabamos” y tu reacción es un simple, “vale, acabo el café y voy”. Cuando, en definitiva, consigues actuar con normalidad ante estas cosas y asumes estos acontecimientos como tu rutina, ya eres uno más. Yo no lo había notado porque ya entré un poco tocado del ala, pero ahora sé que es así.

No obstante y pese a todo intentamos ver y justificar de alguna manera la normalidad de todo lo que ocurre a lo largo del día. Nos hacemos creer que todas esas demencias surgen como parte del proceso creativo de la elaboración del guión. Pero no nos podemos engañar a nosotros mismos, estamos locos y punto. En nuestra redacción de Globomedia convivimos normalmente con otros dos o tres programas, entre ellos Aida, sus tramas son mucho más salvajes que las nuestras y sus chistes son unas sobradas que ríete tú de nuestras puñaladas a la Obregón o a los de “Podría estar pasando”, sin embargo, siempre se respira silencio en sus mesas de trabajo. Las únicas voces que se pueden oír de nuestros vecinos son las que nos imploran que en beneficio de la cordura común, bajemos la voz, la música, paremos con la pandereta de los cojones y nos quitemos las pelucas ochenteras de la cabeza que no vienen a nada. Y es en momentos como estos, en los que deja de sonar Camela, y uno se quita una polla de goma de la cabeza, otro el mantón de los hombros con el que bailaba un pasodoble, Mónica deja de imitar a Carmina Ordoñez, otros dejan de perseguirme a lo Benny Hill alrededor de la mesa, y entra Miki vestido de tuno en gayumbos, es en momentos como ese cuando nos miramos y decimos: Esto en CajaMadrid no pasa…

No hace falta ir a LaSexta para llevarse mal con Telecinco

Tal vez alguno se piense que la puerte de Tele5 se me cerró el día que entré en LaSexta, pero no, yo ya llegué a LaSexta con las puertas de la cadena «amiga» cerradas a cal y canto. Qué por cierto, manda güevos que Tele5 sea la cadena amiga, el día que tengamos una cadena enemiga entran al plató y nos fusilan. Pero vamos al motivo por el que para mí esta puerta tenía el pestillo echado, para ello debemos remontarnos a finales de 2007, y más concretamente a El Rey de la Comedia, (ese programa que duró tan poco pero que a mi menos una portada en Interviu me dio de todo) y más concretamente a la quinta gala, no os pido que veáis el vídeo entero, sólo desde el minuto 3:30 hasta el 4:00 más o menos. Y sí, si lo queréis ver todo no pasa nada. Visto ahora hasta se puede pensar que le estaba guiñando  un ojo a los de mi futuro programa, como si ya conociese mi destino…

Pero a pesar de haberme metido yo solito en este berenjenal, he querido disculparme con el Señor Vasile como el que más:

Aparte de ver a los currelas de Telecinco grabándonos con el móvil y partiéndose de risa, como si ellos no entendiesen o participasen de la cruzada emprendida por su jefe, que ve vulneraciones a los derechos de autor con la misma facilidad que Bush encuentra armas de destrucción masiva; para mí lo mejor del sketch es vernos caminar estoicos, con decisión, como los Reservoir Dogs capitaneados por William Wallace -pueden quitarnos las imágenes, pero jamás nos quitaran a nuestro mañico y a sus videos de japoneses-, si fuesemos un batallón se diría de nosotros cosas muy distintas a las que se dicen ahora, a frases del tipo: «Ahí van los cuatro gilipollas a pintar el mono a Telecinco…» A la gente se le llenaría la boca de horteradas épicas, se diría que estamos dispuestos a morir con las botas puestas, a morir matando, a como decía el Che, a morir de pie antes que vivir arrodillados, a luchar por nuestra causa, a defender nuestra revolución… Nosotros sólo queremos pasarlo bien. Y que vosotros lo veáis.

Y por cierto, ahora que mento a la revolución, os voy a dejar un texto que me encanta, está escrito por el señor de la foto, es polaco, se llama Sławomir Mrożek y se titula «La Revolución».

LA REVOLUCIÓN

En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida.

Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedo más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.

Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese «cierto tiempo». Para ser breve, el armario en medio también dejo de parecerme algo nuevo y extraordinario.

Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.

Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez «cierto tiempo» también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio —es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.

De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario.

El 29 de agosto ya no es un día cualquiera

El 27 (no el 29) de agosto, pero de 2007, sobre la una del mediodía tomaba un café con hielo en la terraza del Café Colón en el centro de Carballo, mi pueblo, aunque a los políticos les guste llamarlo ciudad. Yo digo que es un sitio y punto. No está mal, es como tantos otros. Te gusta porque eres de allí, o lo odias porque eres de allí. Calentaba el sol porque en Galicia también hay días de verano. Y eso hacía que el momento fuese más agradable. El Café Colón es un bar normal, ni bonito ni feo, o feo si lo miro como si fuese un crítico de interiorismo, que para algo he estudiado. Tiene las mesas de mármol con patas de forja y sillas de madera con un aire antiguo que sólo son bonitas hasta que te das cuenta de que las hay en todos los lados, son al clasicismo lo que las mesitas bajas de Ikea a la modernidad. La barra también es de madera, con alguna moldura, pero sin dejar al carpintero ponerse barroco. Está dispuesta al frente, ocupando todo el ancho del local, que es más bien cuadrado, de manera que al entrar esperas encontrarte de cara con un camarero secando vasos minuciosamente, con su camisa blanca y su chaleco, como en las películas del oeste. En las paredes hay marcos de diferentes tamaños con fotografías que no lo visten de gala, pero lo tapan del desnudo. Es un sitio acogedor, eso sí, que es algo que ya quisieran para sí muchos bares de design con apellidos raros, como loungue, chill o boîte. Tiene aire de cafetería de toda la vida sin serlo y eso le da encanto. Si le quitas las pantallas de plasma encajaría en cualquier película europea de ambiente urbano de los últimos treinta años. A esto ayudan las mesas de la terraza, esas en las que estaba, -que no me olvido-, de aluminio, con esa especie de acabado pulido biselado, que son más bonitas que las de plástico pero que queman si el sol pica. Y lo que es peor, si te pones pensativo te reflejan los rayos en la cara. Gracias a eso he salido así de interesante en la imagen del banner de la página, que por cierto está hecha en Santander. Me acompañaban a la mesa, mis colegas Piti y José, ellos saben quienes son, así que voy a hacerles el feo de no describirlos en absoluto, en contraste con todos los datos que os he dado del local que nos reunía. Para colmo, si estás con ellos, el espacio es lo de menos. Sólo hacen falta café y cigarrillos, como en las historias de Jim Jarmusch, para que la conversación fluya en los momentos de atasco, dando vueltas como la cucharilla que remueve el azúcar, y perdiéndose siempre de su origen, como el humo de los cigarrillos. No sé si esta última analogía ha sido hortera, pero al menos es gráfica y está bien traída. En fin, allí estábamos los tres, acabando de despabilar la mañana antes de ir a comer cada uno a casa de sus respectivos padres, que en agosto no se cocina. Mi vida el pasado verano era bastante contemplativa, dos días a la semana trabajaba en la radio analizando la actualidad en clave de humor (¿a qué me recuerda eso?), un día hacía el guión y otro el programa. Los otros tres, dormía hasta la hora en la que salía de trabajar los otros dos anteriores. Después me iba a tomar el café de antes de comer y también el de después en mi bici holandesa, comprada en Alemania. Otro parecería bohemio subido en ella, yo, sólo friki. Por las tardes iba a la playa, si el día daba permiso, y si no me quedaba leyendo o viendo una peli. A los vagos se nos ha insultado y criticado tanto que hemos tenido que volvernos cultos para poder entender las agresiones que nos dirigían y sacar nuestras propias conclusiones. Que sensación tan agridulce para Darwing habría sido vernos, orgulloso por un lado de ver evolucionar a una especie pero jodido por otro, al ver que después de una vida dedicada íntegramente al estudio y a la investigación, los que evolucionamos somos los vagos. Pero vamos ya al grano que esto se está alargando y no sé cuantos lectores me habrán abandonado ya, llegados a este punto del relato.

En aquella mesa de aluminio la conversación, por una vez, no sé perdía en paranoias absurdas, ya que yo les pedía consejo a mis adorables coleguillas sobre si asistir al casting de “El Rey de la Comedia”, que se celebraba dos días más tarde en León, y que suponía mi última oportunidad de ir, pasadas ya las pruebas de las cuatro provincias gallegas y casi todas las de España. Yo no lo veía claro, por un lado no tenía confianza en que me cogiesen, y por otro, me daba vergüenza participar en esa historia que aunque no tenía demasiado que ver, tenía ese tufillo a O.T. que resulta inebitable en cualquier concurso de talentos. Pero ellos lo tenían claro, debía ir aunque después no fuese al programa si algo en el formato no me gustara. Si yo siempre me tuve por menos de lo que era, ellos por mucho más. Parecía sensato ir a encontrar el término medio. Yo sólo necesitaba dos cosas, que me asegurasen que no iba a estar internado en la “academia de los cómicos” y que los textos pudiesen ser míos. Confirmado esto, al día siguiente salí para León escoltado por otros dos de los grandes, Adrián, antiguo compañero de piso, e Iván, antiguo compañero de borracheras. Y no quiere decir esto ni que Adrián no se emborrachara conmigo ni que Iván no hiciese su vida en nuestro salón, previo paso por el Opencor con fines de aprovisionamiento etílico. El día 29 por la mañana pase la primera prueba junto con otros dos compañeros, previa grabación de unos paripés en plan “somos la repera, el festival del humor y el Rey de la Comedia va a ser la juerga padre, no os lo perdáis”. Esa misma tarde pase la final, dirigida por el ahora amigo Toni Gal-ahan y grabamos una celebración absurda en un parque infantil, -que yo mismo recordé en “Sé lo que hicisteis…”-, previa expulsión de todos los infantes que lo ocupaban y bajo la mirada amenazante de sus progenitores. Uno incluso me dijo: “Ya puedes ganar, después de jodernos media tarde”. Un mes más tarde, pasaba en Madrid la final de finales de todos los castings, y tres meses después cumplía los rencorosos deseos de aquel papá de León. Lo que vino después lo conocéis todos, una gira nacional en salas, estrenar mi show en teatros llenos, los artículos de La Voz, la campaña de Estrella con su gira, ¡incluso apariciones como artista invitado en “Lúar” (TVG)!, los guiones del programa y finalmente, la oportunidad de volver asomar por esa ventanita que desde que estoy yo seguramente sea un poco más tonta, pero más riquiña… Me daban dos meses, dos meses para recordar esa sensación que no tenía pensado olvidar de salir a un plató a contar tus propias reflexiones y desear que la gente sonría al oírlas.

Se acababa el mes de agosto, y empezaban a planear las sombras de la incertidumbre sobre mi cabeza, sobre cual iba a ser mi futuro a partir del mes siguiente, “…empezaban a planear las sombras de la incertidumbre sobre mi cabeza”, si después de esta frase os dijese que me atacó un orco, no os resultaría extraño. Pues bien, quiso el destino, el azar, la casualidad o el karma de “Earl”, que exactamente un año después, el 29 de agosto de 2008, mi director me comunicase que había decidido que me quedase en “Sé lo que hiciesteis…”., si yo lo tenía a bien. Cojo aire, resoplo, otro examen aprobado, he pasado de curso. Progreso adecuadamente (supongo). Cumpleaños feliz. Ahora sólo me falta acabar la carrera. Así que aunque ya no a diario, seguiré rondando por vuestras pantallas, cada vez que os paseéis por La Sexta. Dicho de otra manera: THE CORBATITAS IS STILL ALIVE!

Poquito a poquito voy haciendo el caminito…

Nunca contesto a los comments de los post, a veces por falta de tiempo, a veces por vagancia, lo reconozco… Pero en estos días complicados de debut precipitado y nervios varios, tengo que agradecer más que nunca vuestro apoyo ante esos que me han visto como «el asesino de Ángel Martín» y me han crucificado sin dejarme nacer, o simplemente ante el reto que supone este nuevo puesto que me han confiado, aunque no haya premios para el comentario 50, ni para el 51. Así que a mis incondicionales Ruth, Telepatético, Galahan (El Padrino…) que me apoyan desde sus blogs a capa y espada. Y a todos los que me habéis descubierto en El Rey, anunciando cerveza, o me recordábais de verme hace años en un garito y me demostráis vuestro apoyo, gracias también. Gracias a Strigoyu por su crítica diaria, aunque  no sea demasiado objetiva. Y por supuesto, a los que me conocéis desde mi debut en LaSexta y tenéis paciencia conmigo.

A los demás, a los que se dedican a insultar (que no a criticar, que desde el civismo, cualquiera puede manifestar su disgusto por mi labor), que si soy gordo (vaya observación…), que si soy un enjendro, que si soy subnormal, que si no le hago gracia ni a mi puta madre, que si cualquier retrasado lo haría mejor. Como no pretendo abrir un debate acerca de internet y la libertad de expresión, sólo les diré que llevo seis años en la senda del humor, ese es el tiempo que me ha llevado llegar a donde estoy, ya sé que comparado con los cuarenta que se tiró Moisés andando por el desierto no es tanto, pero es tiempo de cojones… Así que si tan sobrados se ven, les invito a recorrerlo.

Besos para todos.


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