Definitivamente trabajar en “Sé lo que hicisteis…” no es como trabajar en cualquier otro sitio. Ni siquiera en otro programa. No es la magia de la tele ni nada de eso. Es la sin razón de una banda de tarados que alguien con muy mala intención pero muy buen criterio, -el jefazo-, y no me refiero al señor de LaSexta, sino al señor de SLQH…, nuestro jefe, ha decidido juntar. No es por vender la moto del buen rollo y la diversión sin fin trabajando de la mañana a la noche, que no es así, que también nos agobiamos, tenemos nuestros momentos malos y nos cagamos en nuestra madre o en la de quien corresponda más de una vez al día. Pero pese a todo, es diferente.
Ya llevo nueve meses formando parte de esta chifladura diaria y hace tiempo que he dejado de ser el nuevo, detrás de mí ya han llegado varios, unos a echar una mano en verano, otros para quedarse, y me he dado cuenta de que ninguno de los que llegan termina de encajar hasta que asume que tiene que dejarse llevar por los acontecimientos: Si por algún motivo suena en la redacción una copla, tiene que levantarse y ponerse a dar palmas, si puede ser subido a la mesa mejor. Tampoco debe extrañarse si ve pasar a uno de sus compañeros disfrazado de pollo o de queso. O si otro está escribiendo el guión vestido de camarero porque ha estado grabando un sketch y no tiene ni tiempo, ni ganas (¡ni necesidad, que leches!) de volver a cambiarse. Cuando a las diez de la mañana estas tomando un café tan tranquilo, leyendo el periódico, si el 20minutos es un periódico, en Internet y alguien de producción llega y te dice: “Tienes que irte corriendo hasta el pirulí gritando “¡Vasile perdón!” mientras te grabamos” y tu reacción es un simple, “vale, acabo el café y voy”. Cuando, en definitiva, consigues actuar con normalidad ante estas cosas y asumes estos acontecimientos como tu rutina, ya eres uno más. Yo no lo había notado porque ya entré un poco tocado del ala, pero ahora sé que es así.
No obstante y pese a todo intentamos ver y justificar de alguna manera la normalidad de todo lo que ocurre a lo largo del día. Nos hacemos creer que todas esas demencias surgen como parte del proceso creativo de la elaboración del guión. Pero no nos podemos engañar a nosotros mismos, estamos locos y punto. En nuestra redacción de Globomedia convivimos normalmente con otros dos o tres programas, entre ellos Aida, sus tramas son mucho más salvajes que las nuestras y sus chistes son unas sobradas que ríete tú de nuestras puñaladas a la Obregón o a los de “Podría estar pasando”, sin embargo, siempre se respira silencio en sus mesas de trabajo. Las únicas voces que se pueden oír de nuestros vecinos son las que nos imploran que en beneficio de la cordura común, bajemos la voz, la música, paremos con la pandereta de los cojones y nos quitemos las pelucas ochenteras de la cabeza que no vienen a nada. Y es en momentos como estos, en los que deja de sonar Camela, y uno se quita una polla de goma de la cabeza, otro el mantón de los hombros con el que bailaba un pasodoble, Mónica deja de imitar a Carmina Ordoñez, otros dejan de perseguirme a lo Benny Hill alrededor de la mesa, y entra Miki vestido de tuno en gayumbos, es en momentos como ese cuando nos miramos y decimos: Esto en CajaMadrid no pasa…
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