Archivo de diciembre 2008

Trilogía navideña Vol.II: El pesado de la capa

No soporto a Ramón García, lo siento, pero es así y tenía que contarlo. No quiero resultar faltón ni ofensivo, pero amiguitos, me ponen de mala leche sus chascarrillos de niño pequeño, parece que en cualquier momento vaya a sacar unas plastidecor y ponerse a colorear un libro de dibujitos. No sé, pero creo que hay algo en esa felicidad permanente, en su empeño por resultar entrañable todos los segundos de su vida que lo hace parecer turbio. De entrada, que haya formado pareja con Ana Obregón en tantas ocasiones, ya sea para presentar el “¿Qué apostamos?” o las campanadas, no dice nada a su favor. ¿Por qué está tan contento? ¿Qué tiene de bueno trabajar con Ana Obregón? Nada.

Pero lo que de verdad me pone nervioso es que de una manera o de otra, siempre acabe dando las campanadas. Cuando no es en La Primera es en Antena 3, pero el siempre está ahí, capa en ristre y copa de cava en mano. Que el tío lleva más años en la Puerta del Sol que el letrero de Tío Pepe. Es más, yo creo que cuando él llegó a la Puerta del Sol, el tío Pepe aún no tenía sobrinos. Y sí, vale que hace años retransmitió el cambio de año Marisa Naranjo y le hizo escupir las uvas a medio tragar a la mitad del país al confundir las campanadas con los cuartos, pero de ahí a mantener a Ramón por el simple hecho de que entiende el funcionamiento de un reloj de agujas me parece ser demasiado drásticos. Es más, que queréis que os diga, si no encuentran a otra persona que sepa distinguir los cuartos de las campanadas, yo prefiero que pongan un reloj digital en la Puerta del Sol a tener que brindar por la entrada del año con el señor de las vaquillas del Gran Prix. (La equivocación de Marisa Naranjo)

Y si alguno está pensando que no sabe a que viene tanto criticar al pobre hombre, que con cambiar de canal es suficiente, mi respuesta es que no es tan sencillo. Ramón García es a las campanadas lo que el Rey al mensaje de Navidad. La tradición pesa más que la simpatía o cualquier otra virtud. Quiero decir que seguramente haya un montón de personas capaces de felicitarnos la navidad mejor que su majestad, escritores, poetas, incluso algún cómico, gente capaz de encontrar sinónimos de las palabras orgullo y satisfacción, de las que nuestro monarca se llena cada año desde la transición. Pero la tradición manda, y yo reconozco que ver a Chiquito de la Calzada en un despacho de la Zarzuela diciéndonos que nos deseaba a todos unas felices fiestas por la gloria de su madre sería raro. Y con Ramón García pasa lo mismo, que por cuestiones de tradición, de respeto a los veteranos sí queréis, siempre hay alguien en casa que impone ver su narración. Y que queréis que os diga, en el fondo a mi también se me hicieron raros todos esos intentos de campanadas alternativas ya fueran desde Muxía, Zaragoza o el parque Warner. Que ahora que lo pienso, lo de cambiar de ubicación las campanadas, ¿lo harán por ser originales o porque no consiguen un balcón en la Puerta del Sol? Que esa sí que podría ser la verdadera razón por la que tenemos a Ramonchu abonado a la fiesta de bienvenida del año nuevo, seguro que es el dueño del balcón desde el que las retransmiten y dice: “O doy yo las uvas o aquí no metéis ni una puñetera cámara”. Tiene que ser esa la explicación, porque si el dueño fuera cualquier otra persona, tal vez no el primer año, ni el segundo, pero al tercero estaría hasta las pelotas de tener a Ramón García en casa todas las nocheviejas. Aunque pensándolo mejor, ese podría ser el motivo por el que aunque el señor García sigue ahí de manera inalterable, su querida Obregón no. El dueño del balcón habrá dicho: “Al de la capa todavía lo aguanto, pero a la otra que no se le ocurra entrar en mi casa, si no queréis que os tire a todos por la ventana de un guantazo” Lo cual explicaría además porque el amigo Ramonchu nunca se quita la capa, por si hay problemas salir volao, que diría Rubén Blades. Feliz año nuevo.

(Anita dando las campanadas del 2004 junto a Ramonchu que no quiere decir 2005 para evitar las rimas….)

¡Feliz navidad a todos, un beso!

Trilogía navideña Vol.I: Para gustos se venden turrones

Cuando yo era pequeño sólo había turrón blando y turrón duro. Pero de repente unas navidades apareció Papa Noel en la tele cantando: ‘En estas Navidades, turrón de chocolate, en estas navidades, turrón de Suchard…’

Turrón de chocolate Suchard

Turrón de chocolate Suchard

Los que se inventaron esto fueron los más listos de toda la fiesta. Bueno no, el más listo fue el que tuvo la idea de que todos los productos navideños caducaran en noviembre del año siguiente para que no puedas aprovechar nada. Además en noviembre, ¡que eso es ir a hacer daño! No podían caducar en junio, que tú los ves cuando empiezas a preparar las navidades siguientes y piensas: “Esto lleva medio año caducado…” Lo tiras y no sientes ni lástima. No. En noviembre, justo quince días antes de que empiecen las fiestas, que sabes que es imposible, pero miras la fecha y piensas: “Que lástima, acaba de caducar, si las navidades llegan a caer este año quince días antes lo aprovechaba…” Pero, como decía, el segundo más listo fue sin duda el que decidió llamar al chocolate Suchard, turrón. No sé si habéis buscado alguna vez la definición de turrón en el diccionario, pero es esta: “Dulce, por lo general en forma de tableta, hecho de almendras, piñones, avellanas o nueces, tostado todo y mezclado con miel y azúcar” Sí después de leer esto canturreáis la canción del anuncio de Nocilla comprobaréis que como mucho podéis sacar en común las avellanas, pero no la leche y menos el cacao. Sólo que claro, ¿Quién iba a comprar chocolate para ponerlo de postre en Navidad? Nadie, es una cutrada. Es como si te ponen peta-zetas, están muy buenos pero es nochebuena y quieres darte un homenaje, no tragarte una selección de productos del kiosco de la esquina. Así que le llamaron turrón al chocolate y a vender toneladas, aprovechando que para unos el turrón duro es muy duro y para otros el blando es muy blando. El chocolate le gusta a todo dios.

1880, el turrón más caro del mundo

1880, el turrón más caro del mundo

Y hasta aquí el capítulo de los listos, vamos ahora con el de los tontos: Al creativo del anuncio de ‘1880’ había que lapidarlo con turrón duro. ¿Qué clase de eslogan es ‘1880: El turrón más caro del mundo’? Nunca lo entendí. ¿Qué beneficio le produce al comprador que el turrón sea caro? Porque no es que digan, es el más caro pero el más rico, o es el más caro pero da notoriedad, como los bombones de la Preysler; ni siquiera dicen, es el más caro pero también el más duro, que sería normal si lleva hecho desde 1880. No, no dicen nada de eso, simplemente es el más caro y el que te hace quedar como un gilipollas, porque te gastas las pelas pero no lo disfrutas más que uno barato. Deberían aprender de los de ‘El Lobo, ¡qué gran turrón! ¡Qué buen turrón!’ Que no sabes si es caro o barato, pero por lo menos sabes que es grande y bueno.

Pero sigamos con otros clásicos del turrón, porque si hay algo que se pega a nuestras mentes como una choni a Paquirrín son las dichosas cancioncillas de los anuncios navideños. Y por ahí también nos la han intentado colar. El hit navideño por antonomasia es sin duda el del turrón El Almendro: ‘Vuelve a casa vuelve, vuelve al hogar/ que hoy es Nochebuena y mañana Dios dirá/ Vuelve a casa vuelve, por Navidad’ No sé vosotros, pero yo oigo esta canción y pienso, en primer lugar, donde leches está la persona a la que le cantan esto para que sólo vaya a su casa en Navidad y aún así tengan que pedírselo por favor y cantando con tono suplicante. Que no es por malmeter, pero me da que esa persona pasa de su familia mogollón. Y en segundo, ¿qué es eso de que hoy es nochebuena y mañana dios dirá? ¿Cómo que dios dirá? Sin ánimo de ofender, Dios puede decidir muchas cosas, pero los días los marca el calendario y si hoy es nochebuena, mañana no es jueves santo ni martes de carnaval, mañana es Navidad de toda la vida. Es más, no hay nadie que lo sepa mejor que Dios.

Que pasen una buena nochebuena, yo de postre me paso a los polvorones, que serán pastosos pero por lo menos con ese nombre no engañan a nadie.

polvorones


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