No soporto a Ramón García, lo siento, pero es así y tenía que contarlo. No quiero resultar faltón ni ofensivo, pero amiguitos, me ponen de mala leche sus chascarrillos de niño pequeño, parece que en cualquier momento vaya a sacar unas plastidecor y ponerse a colorear un libro de dibujitos. No sé, pero creo que hay algo en esa felicidad permanente, en su empeño por resultar entrañable todos los segundos de su vida que lo hace parecer turbio. De entrada, que haya formado pareja con Ana Obregón en tantas ocasiones, ya sea para presentar el “¿Qué apostamos?” o las campanadas, no dice nada a su favor. ¿Por qué está tan contento? ¿Qué tiene de bueno trabajar con Ana Obregón? Nada.
Pero lo que de verdad me pone nervioso es que de una manera o de otra, siempre acabe dando las campanadas. Cuando no es en La Primera es en Antena 3, pero el siempre está ahí, capa en ristre y copa de cava en mano. Que el tío lleva más años en la Puerta del Sol que el letrero de Tío Pepe. Es más, yo creo que cuando él llegó a la Puerta del Sol, el tío Pepe aún no tenía sobrinos. Y sí, vale que hace años retransmitió el cambio de año Marisa Naranjo y le hizo escupir las uvas a medio tragar a la mitad del país al confundir las campanadas con los cuartos, pero de ahí a mantener a Ramón por el simple hecho de que entiende el funcionamiento de un reloj de agujas me parece ser demasiado drásticos. Es más, que queréis que os diga, si no encuentran a otra persona que sepa distinguir los cuartos de las campanadas, yo prefiero que pongan un reloj digital en la Puerta del Sol a tener que brindar por la entrada del año con el señor de las vaquillas del Gran Prix. (La equivocación de Marisa Naranjo)
Y si alguno está pensando que no sabe a que viene tanto criticar al pobre hombre, que con cambiar de canal es suficiente, mi respuesta es que no es tan sencillo. Ramón García es a las campanadas lo que el Rey al mensaje de Navidad. La tradición pesa más que la simpatía o cualquier otra virtud. Quiero decir que seguramente haya un montón de personas capaces de felicitarnos la navidad mejor que su majestad, escritores, poetas, incluso algún cómico, gente capaz de encontrar sinónimos de las palabras orgullo y satisfacción, de las que nuestro monarca se llena cada año desde la transición. Pero la tradición manda, y yo reconozco que ver a Chiquito de la Calzada en un despacho de la Zarzuela diciéndonos que nos deseaba a todos unas felices fiestas por la gloria de su madre sería raro. Y con Ramón García pasa lo mismo, que por cuestiones de tradición, de respeto a los veteranos sí queréis, siempre hay alguien en casa que impone ver su narración. Y que queréis que os diga, en el fondo a mi también se me hicieron raros todos esos intentos de campanadas alternativas ya fueran desde Muxía, Zaragoza o el parque Warner. Que ahora que lo pienso, lo de cambiar de ubicación las campanadas, ¿lo harán por ser originales o porque no consiguen un balcón en la Puerta del Sol? Que esa sí que podría ser la verdadera razón por la que tenemos a Ramonchu abonado a la fiesta de bienvenida del año nuevo, seguro que es el dueño del balcón desde el que las retransmiten y dice: “O doy yo las uvas o aquí no metéis ni una puñetera cámara”. Tiene que ser esa la explicación, porque si el dueño fuera cualquier otra persona, tal vez no el primer año, ni el segundo, pero al tercero estaría hasta las pelotas de tener a Ramón García en casa todas las nocheviejas. Aunque pensándolo mejor, ese podría ser el motivo por el que aunque el señor García sigue ahí de manera inalterable, su querida Obregón no. El dueño del balcón habrá dicho: “Al de la capa todavía lo aguanto, pero a la otra que no se le ocurra entrar en mi casa, si no queréis que os tire a todos por la ventana de un guantazo” Lo cual explicaría además porque el amigo Ramonchu nunca se quita la capa, por si hay problemas salir volao, que diría Rubén Blades. Feliz año nuevo.
(Anita dando las campanadas del 2004 junto a Ramonchu que no quiere decir 2005 para evitar las rimas….)
¡Feliz navidad a todos, un beso!
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