Archivo de agosto 2008

BatParidas

*A propósito del estreno de Batman: El Caballero Oscuro

Batman es el único superhéroe que no tiene superpoderes ni ha sufrido mutaciones, ni proviene de un planeta extraño, ni nada anormal. Batman o más bien su alter-ego, Bruce Wayne, es un tío como tú y como yo, pero forrado, al que se le ha dado por ahí, por gastarse sus dineros en ser el hombre murciélago. «Ya le podría haber dado por ahí también a mi hija», dirá el señor Hilton, papá de París. Bruce Wayne es simplemente un excéntrico un poco friki. Lo que quiero decir con esto es que Batman no existe, pero podría. Y he aquí lo extraño, que justo el único héroe que podría haber sido real, van y lo ubican en una ciudad irreal, en Gotham. En Nueva York ponen a Spiderman que se vuelve medio araña por la picadura de una, cuando todos sabemos que esto es imposible, por esa regla de tres, con el verano que llevo en Madrid, haría semanas que me habría convertido en el hombre mosquito. No tiene sentido, es una ocasión perdida, podrían haber hecho de Batman el sueño americano. Y de paso de Robin, el “orgullo” americano. Pero ese es otro tema.

A mi Batman me cae bien, pero me parece un poco egocéntrico, poniéndole su nombre a todo. Que si el Batmóvil, que si la Batcueva, que si la Baticao… Seguro que también les cosía etiquetas. Me lo imagino en el colegio: –¿De quién es esta capa? –Es de Batman, lo pone en la etiqueta–. Pero tronco, ¡si eres el único que lleva capa! ¡No tienes que coserle nada! Pensadlo, sería ridículo que yo le llamase a mi coche el Bodemóvil. Y lo peor no es eso, lo peor es que años después llega el papa y le copia la idea. El papamóvil. Menos mal que no llama papa-hostias a los que reciben la comunión.

Otra cosa que me cabrea bastante de Batman es esa manía de que todo tenga forma de murciélago. Que ni la Barbie tiene los complementos tan a juego. A ver, yo reconozco que el tío perdería mucha presencia yendo a combatir el crimen en un Renault 5 verde. Y que su buga es muy fardón. Pero el conjunto es demasiado excesivo. Que si la hebilla del cinturón, que si las estrellas ninja esas con forma de murciélago, que si la luz de llamada. Que a todo esto, el tío tenía una cueva llena de inventos pero no podía tener un puñetero teléfono móvil. Que además la señal esa que se proyectaba en el cielo la veía él, pero también los malos, si no escapaban eran gilipollas.

Por lo demás la vida del hombre murciélago en el cine ha sufrido bastantes altibajos. Buenos tiempos con Tim Burton y ahora con Chris Nolan y no tan buenos (malos) con Joel Schumacher, pero para mí el auténtico Batman no es ni Michael Keaton, ni Christian Bale, ni por supuesto George Clooney (de todo menos Batman). Para mí el auténtico Batman es Adam West, sí, el de los años sesenta, el ahora alcalde de Quahog, la ciudad de “Padre de familia”, con sus mallas de algodón, más cutre que los disfraces del todo a cien, que protegía menos que el de Hulk, no paraba ni el aliento del pingüino. Metiendo esos guantazos con rótulos de ¡Pim! ¡Pam! ¡Pum! Y subiendo las paredes en horizontal. Ese es el auténtico Batman. Hasta la semana que viene, en la misma Bodepágina del mismo Bodeblog.

Batman (1966)

MAMMA MIA!

(*Publicado el pasado viernes en La Voz de Galicia)

Hace un año y medio me fui de viaje a Holanda. Que original, ¿eh? Que un español vaya a pasar unos días Ámsterdam es casi lo mismo que un alemán veraneando en Mallorca. Todos vuelven con historias ahumadas que nacen en la caseta de un Bulldog (o en cualquier otro Coffee-Shop), pero que mueren cada una donde le da la gana: Metiéndose la gran hostia en una bici robada, cantando canciones de La Oreja de Van Gogh a grito pelado en las puertas del museo que exhibe la obra creada por la parte que no es oreja de dicho señor (es gracioso por que son las canciones del grupo en la puerta del museo que le da nombre, cosas de la lógica etílica…), o detenido por mear en el río Amstel un chorro homónimo. Los más desacomplejados contarán sus experiencias en el Barrio Rojo. Que no es precisamente el lugar de encuentro de los comunistas de los Países Bajos, si bien es cierto que muchos tienen allí su cartilla de racionamiento.

Con respecto a este singular barrio, que se está quedando en bragas (perdón por el chiste fácil) y tiene las horas contadas (perdón por el chiste fácil aludiendo a la naturaleza mercantil del primer chiste), yo tengo una anécdota que como siempre que hay mujeres de mala vida de por medio, le ocurrió a otro. Pero esta vez es de verdad. En serio. Estábamos por allí dando una vuelta tres colegas, uno ruso, otro granadino y yo, gallego. Tres culturas tan diferentes que podría parecer una versión cosmopolita de los chistes de “va un inglés, un francés, un italiano y un español…” Nos habíamos acercado hasta allí, por curiosidad, por ver como era… ¡Menuda mierda de excusa! ¿Cómo iba a ser? ¿Qué parte de la definición de “escaparates con mujeres en ropa interior dentro” puede hacer que tengas problemas para imaginártela? Es cierto, fuimos a ver tías buenas medio desnudas gratis. Para que intentar engañar a nadie. Más que curiosidad era morbo. O morro. Pero allí sí había alguien con auténtica curiosidad. Porque en un tramo de acera entre escaparate y escaparate encontramos un motocarro. Ya sabéis, esas camionetas enanas de tres ruedas, que se conducen sin carné y hacen que quien esté al volante metido en esa mini-cabina, se parezca a un elefante pilotando un Fórmula Uno. Son extremadamente ridículas, sólo quedan bien en las callejuelas de Roma. En el resto de ciudades desentonan más que un Guardia Suizo de portero en una discoteca techno. Son conceptualmente absurdas. Pero aún así, hasta aquí todo normal. Lo curioso, extraordinario incluso, fue ver que ese motocarro lucía orgulloso en su frontal cual atleta su medalla, perro su presa o exconcursante de Gran Hermano sus tetas en Interviú, una pegatina blanca, ovalada, como esas con la “E” que se ponían en la trasera del coche hace años para ir a Portugal, con las letras “GZ”. Por poco no se me saltaron las lágrimas. ¡Era de un paisano! ¿A quien le importa que haya un gallego en la luna que ha venido del Ferrol si hay un gallego en el Barrio Rojo que ha venido en motocarro? El gallego tocaba la gaita, gaita, gaita… ¡Pandeirada sideral! La gesta más grande que ha visto Breogán. Me imagino la situación, un señor con boina, trabajador del agro, había adquirido el motocarro porque no tenía carné y ya no se puede ir al pueblo en tractor. Un ayuntamiento no instala banda ancha para que un tractor atravesando el centro del pueblo eche por tierra su imagen vanguardista. De vuelta a casa, tras la jornada, y un par de conversaciones acerca de que con este tiempo “no se da”, puso la tele, y rastreando si había algún partido, se encontró con un documental sobre los entresijos del país de los molinos y se dijo: Esta es la mía, se van a enterar en Europa de lo que es la cuota láctea, yo no me muero sin ver (probar) aquello. Así que más convencido que el toro de Facundo con su girasolística meta se cruzó occidente con la velocidad limitada a 50km/h. Así sería “Una Historia Verdadera” si David Lynch fuese de Monforte.

Motocarro GZ

Motocarro GZ

Orgullosos y conmovidos, nos fuimos a Waterloo Plein, que es una batalla pero también una canción de Abba de quien yo soy un gran fan (empieza a tener sentido el título), a buscar ropa usada y hacernos los bohemios, y cual fue mi sorpresa, que al entrar en el mercado sonaba Chiquitita en castellano. Mamma Mia! Me entraron ganas de sacar el mechero. Ésta es mi anécdota de Holanda. Y mañana en el cine, me acordaré de ella. Y también de Muriel y del concierto de despedida de Los Enemigos y su versión de Waterloo (para los que dicen que Abba son una horterada para maricas). Comprad kleenex y palomitas grandes y disfrutad del entretenimiento comercial para ochenteros sin complejos.

A latigazos con la momia

Este viernes se estrenó la nueva película de La Momia, esa saga que nació para cubrir el hueco que dejaba Indiana Jones y que ahora regresa para aprovechar el tirón de Indiana Jones. Vamos que para ser una momia es bastante espabilada.

Yo no he visto ninguna de las películas de la momia, pero está claro que Indiana Jones es irremplazable. Si ni siquiera Angelina Jolie vestida de Lara Croft en Tomb Raider fue capaz de conseguirlo, y eso que para algunos la señora Pitt se acerca más a la imagen del Santo Grial que cualquier cáliz del mundo. Pero es que Indiana es mucho Indiana. De entrada le da vida Harrisson Ford. Que no estamos hablando de cualquiera. El tío venía de patearse la galaxia en el Halcón Milenario, no se va a achantar por cuatro indígenas con lanzas rudimentarias, está aburrido de esquivar rayos láser. ¿Qué había hecho Brendan Fraser antes? “George de la jungla” y ni siquiera sabía soltarse desde las lianas. Patético. Pero es que además el amigo Harrison tiene esa media sonrisa inalterable en la boca, que vale para todos los registros. Jim Carrey y sus diez mil muecas deben pensar que la vida es una injusticia puñetera cuando ve que rie, llora y se enfada sin mover un músculo de su rostro. Más a favor del señor Ford, cae bien a las mamás, no es George Clooney (que ese también cae bien a las hijas) pero gusta. Un chaval puede decirle a su madre que va a ver una peli de Harrison Ford que su madre se quedará tranquila, como si dejase al crío en casa de la abuela. Viendo sus últimas pelis, sabes que va a haber violencia pero sin pasarse, que no va a haber más carne de la permitida, y que el argumento no le va a meter a su retoño ideas peligrosas en la cabeza. Le dices a tu madre que vas a ver una peli de Brendan Fraser y se queda como estaba, cómo mucho se quedará pensando si has dicho “Brendan” o “Brenda” para tratar de averiguar si es porno hetero o gay.

Y a parte de ese carisma natural del actor, está el carisma del propio personaje. Es una especie de James Bond enguarrado. Y una chupa marrón llena de tierra puede atraer más feromonas que un disfraz de chico Martini. Sí amigas, Jones, Indiana Jones, es un tío con más clase que Josemi Rodríguez Sieiro. Con más clase inclusio que “el yonqui vanidoso” de Callejeros, ese que viste de Emidio Tucci. La prueba de que tiene estilo es que todo el mundo sabe a la perfección como va, con ese sombrero, su látigo y su camisa blanca abierta. ¿Cómo va vestido Brendan Fraser en La Momia? Si aún no has contestado es que no lo tienes claro, podría decir que en algunas escenas sale con un chándal de piel de melocotón y os quedaríais dudando. Pero por si todo esto no fuera poco, sabido como es que los hombres que viajan mucho no inspiran confianza en sus suegras, el tío es doctor, para ganarse a la abuela. Así que ya puede venir la momia a casa a cantarme el «tarArarA, tarArá, tarArarA, tarArá, ra, ra» haciendo perscusiones en el tapa de su sarcófago, que a mi no me la da.


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