Archivo de noviembre 2008

Esto en CajaMadrid no pasa…

Definitivamente trabajar en “Sé lo que hicisteis…” no es como trabajar en cualquier otro sitio. Ni siquiera en otro programa. No es la magia de la tele ni nada de eso. Es la sin razón de una banda de tarados que alguien con muy mala intención pero muy buen criterio, -el jefazo-, y no me refiero al señor de LaSexta, sino al señor de SLQH…, nuestro jefe, ha decidido juntar. No es por vender la moto del buen rollo y la diversión sin fin trabajando de la mañana a la noche, que no es así, que también nos agobiamos, tenemos nuestros momentos malos y nos cagamos en nuestra madre o en la de quien corresponda más de una vez al día. Pero pese a todo, es diferente.

Ya llevo nueve meses formando parte de esta chifladura diaria y hace tiempo que he dejado de ser el nuevo, detrás de mí ya han llegado varios, unos a echar una mano en verano, otros para quedarse, y me he dado cuenta de que ninguno de los que llegan termina de encajar hasta que asume que tiene que dejarse llevar por los acontecimientos: Si por algún motivo suena en la redacción una copla, tiene que levantarse y ponerse a dar palmas, si puede ser subido a la mesa mejor. Tampoco debe extrañarse si ve pasar a uno de sus compañeros disfrazado de pollo o de queso. O si otro está escribiendo el guión vestido de camarero porque ha estado grabando un sketch y no tiene ni tiempo, ni ganas (¡ni necesidad, que leches!) de volver a cambiarse. Cuando a las diez de la mañana estas tomando un café tan tranquilo, leyendo el periódico, si el 20minutos es un periódico, en Internet y alguien de producción llega y te dice: “Tienes que irte corriendo hasta el pirulí gritando “¡Vasile perdón!” mientras te grabamos” y tu reacción es un simple, “vale, acabo el café y voy”. Cuando, en definitiva, consigues actuar con normalidad ante estas cosas y asumes estos acontecimientos como tu rutina, ya eres uno más. Yo no lo había notado porque ya entré un poco tocado del ala, pero ahora sé que es así.

No obstante y pese a todo intentamos ver y justificar de alguna manera la normalidad de todo lo que ocurre a lo largo del día. Nos hacemos creer que todas esas demencias surgen como parte del proceso creativo de la elaboración del guión. Pero no nos podemos engañar a nosotros mismos, estamos locos y punto. En nuestra redacción de Globomedia convivimos normalmente con otros dos o tres programas, entre ellos Aida, sus tramas son mucho más salvajes que las nuestras y sus chistes son unas sobradas que ríete tú de nuestras puñaladas a la Obregón o a los de “Podría estar pasando”, sin embargo, siempre se respira silencio en sus mesas de trabajo. Las únicas voces que se pueden oír de nuestros vecinos son las que nos imploran que en beneficio de la cordura común, bajemos la voz, la música, paremos con la pandereta de los cojones y nos quitemos las pelucas ochenteras de la cabeza que no vienen a nada. Y es en momentos como estos, en los que deja de sonar Camela, y uno se quita una polla de goma de la cabeza, otro el mantón de los hombros con el que bailaba un pasodoble, Mónica deja de imitar a Carmina Ordoñez, otros dejan de perseguirme a lo Benny Hill alrededor de la mesa, y entra Miki vestido de tuno en gayumbos, es en momentos como ese cuando nos miramos y decimos: Esto en CajaMadrid no pasa…

The Genuine Scotch fashion victim

tartanPor lo visto están de moda los cuadros escoceses. Hasta donde yo sé los cuadros escoceses no son sólo esos cuadritos rojos que todos tenemos en la cabeza, los cuadros eran usados en Escocia como emblema familiar y cada clan tenía un tipo de cuadros diferente, había cuadros escoceses verdes, azules, más grandes, más pequeños, etc. Vamos, los cuadros eran a las familias escocesas lo que los pañitos de poner encima de la tele, de los sofás, de las mesitas de salón, bajo el frutero y en general en cualquier cosa susceptible de soportar el peso de estas creaciones dignificadoras del arte de ganchillar, a las familias patrias. Sólo que en este caso el elemento de diferenciación se lo daba, no tanto el diseño del bordado, sino el tamaño del pañito y la cantidad de ellos que hubiera en el hogar. Si se limitaban al salón te encontrabas en un hogar de poca enjundia, pero cuando hasta el portarrollos de papel higiénico del váter era de ganchillo, ojito, te estabas codeando con la élite. Aunque el non plus ultra del barroquismo folclórico era coronar el pañito con un toro con banderillas, una sevillana, o por qué no, un zorro disecado, que de la meseta para arriba somos más de cartuchazos que de estocazos. Este nivel de exhibicionismo decorativo trasladado al mundo del tartán escocés sólo sería equiparable a que uno de sus gaiteros ataviado a la vieja usanza levantara la falda y debajo de ella descubriéramos que lleva la zona  del pubis afeitada a cuadros.

panitos

En fin, nunca he estado en Escocia, pero he visto Braveheart un par de veces. Qué tontería de justificación diréis, ¿pero a que cuánto más tiempo lleváis sin mojar más porno veis? Pues esto es lo mismo, cuando se me dé por ver todos los días como matan a William Wallace deduciré que ha llegado el momento de intentar por todos los medios ir a Escocia, aunque sea pagando… (Espero que esta última aclaración ayude a entender mejor el paralelismo) Lo que quiero decir con esto, es que la imagen que tengo de Escocia es la de un pueblo situado al norte de un país con una bandera de trazos oblicuos azul y blanca, donde casi siempre llueve y con unos habitantes expertos en fabricar bebidas espirituosas que se pasan el día tocando la gaita y que afirman haber visto criaturas inexistentes. Así de primeras, y a falta de saber si asan churrasco para el doble de los que son, la historia me suena bastante. El frío invita a beber, la bebida invita a cantar, cantar invita a beber más, y beber mucho invita a que vayas arrastrándote de vuelta a casa y al pasar por junto a un lago, entre la niebla, alucines y veas un monstruo. En Galicia no hay grandes lagos, pero hay pinares como océanos y entre ellos hemos visto desfilar a la Santa Compaña, al Sacauntos y a no sé cuantas meigas.

Pero lo cierto es que todas estas semejanzas no son suficientes para entender del todo su cultura, porque ninguno de estos hechos explica por qué los tíos aún hoy, siguen llevando falda en ese dichoso país. Y no es que le vea problemas al hecho de ir en falda, que, con la pega de tener que acordarse siempre de cruzar las piernas al sentarse, tiene pinta de ser una prenda súper cómoda y muy versátil. Lo que me choca es que a poco viajados que sean los hombres de Escocia, tienen que notar en seguida que la suya es una tendencia muy a la baja, porque ver que Rappel y Falete van en túnica tampoco creo que les consuele. No sé, supongo que no se sentían capaces de renunciar a llevar esas maravillosas composiciones cuadriculadas, sería para ellos como dejar morir a sus padres. Pero por otra parte, también pensarían que no podían estamparlos en pantalones, porque los pantalones de cuadros son una horterada y una macarrada de punkis a lo Sid Vicious. Y de este dilema sobre si renunciar a los cuadros o a los pantalones nacieron en el país del güisqui,  los primeros mártires de la moda, los Genuine Scotch fashion victims, acuñando el lema: “Travestidos sí, pero a la moda”. Ahora ya sabemos porque William Wallace gritaba con tanto ahínco “¡¡¡libertaaaaad!!!»

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