Posts Tagged 'monólogos'

Barrio Sésamo

Espinete

A mí, como a todos los que fuimos infantes en los ochenta, me gustaba mucho Barrio Sésamo. Aprendí muchas cosas gracias a su estupenda filosofía de entretener enseñando, conceptos fundamentales como “arriba” o “abajo”, “delante” o “detrás”, ¿en tu casa o en…? Todos ellos en mucho menos tiempo del que lleva adiestrar a un Pokémon. Y me enseñó a contar un vampiro, que eso es algo que no lo puede decir todo el mundo.

Aún así, lo cierto es que esta serie, que fue un hito mayor para la programación infantil que Los Vigilanes De La Playa para la programación hormonil, generaba incongruencias que saltaban más a la vista que los errores gramaticales de Rosa de España, quien por cierto no tuvo mejor fonetista para su “Euros livin a selebreishon”, que Rodolfo Chikilicuatre para su “Chiki Chiki” con su “¡Uno! El breikindance”.

Pero a lo qué íbamos, el caso es que yo puedo llegar a entender que Espinete y Chema hacia el final de la serie, o ya por la mitad, fuesen muy amigos, porque Espinete mal tío no era, -y hablo de amistad-, que nadie interprete otra cosa. No seré yo quien difunda rumores acerca de tendencias zoofílicas sobre el panadero de tan reputado barrio. Bastantes rumores hay ya acerca de otros personajes… Lo que ya no alcanzo a deducir es cómo se conocieron. Porque tú vas por la calle, tranquilamente, pensando en tus cosas, y ves que viene de frente, por la otra acera, un erizo de dos metros y pico, que camina erguido, rosa. Que no Rosa. Si no sabes que es Espinete, ¡te cagas de miedo! ¿O quién es el valiente que cruza, se le presenta y le da la mano? Vale, el Chema arriesgó y le salió bien, ¿pero qué necesidad tenía de haberlo hecho con toda la gente entrañable que había ya en Barrio Sésamo? Porque además, si os acordáis, Espinete era un tío que de entrada no caía bien, porque llevaba un rollo pandillero muy extraño, todo el día por ahí de caponatas con Don Pimpón, que era una especie de Paquirrín granjero sin afeitar. Daba que pensar. Con esos andares que tenían, que parecía que iban haciendo «¡dos! el crusaíto». Y al mismo tiempo ninguno de los dos movía los ojos, para mirar a un lado o a otro tenían que girar el cuerpo entero. Tenían que hacer «¡tres! el Robocop». Y eso, si estás con ellos y no los conoces, te hace sentir incómodo.¡Qué con ese campo de visión tan reducido necesitaban copiloto para jugar al Scalextric! Y dentro de lo malo, Don Pimpón aún tenía unos ojos como Dios manda con sus iris y sus pupilas. Espinete tenía dos tristes puntos negros de peluche. Que yo me creo que pudiese ver a través de ellos porque con lo bien que se desenvolvía, es más difícil de creer que no pudiese ver, pero debía de ser bastante incómodo. Te entra una mota de polvo, ¿y cómo te la quitas? ¿Te pasas la aspiradora? Que esa es otra, ¿qué sabemos de la higiene personal de estos dos sujetos? O se lavaban en seco o si se duchaban era imposible que secasen de un capítulo para otro. Eso está claro. Y en lugar de desodorante, ¿usarían Febreezze absorveolor?

A consecuencia de todas estas incongruencias la trama resultaba insostenible y Barrio Sésamo fue retirado de antena dejando todas las líneas argumentales abiertas. Y así, aún es hoy el día en qué desconocemos si Chema ha sobrevivido a la crisis mundial de los cereales o si su pequeño establecimiento ha sido absorbido por una emergente panificadora de Carral, o de Cea. O si Triki ha logrado desengancharse de su adicción a las galletas o nos lo encontraremos tirado una mañana en cualquier acera pidiendo un euro para comprar María, -Dorada-.

Fuera como fuese, y para ilustrar lo que os digo, imaginaos que ahora, según volvéis de comprar el periódico, veis venir de frente a un erizo de dos metros y pico, que camina erguido, verde. ¿Qué hacéis? ¿Cruzáis y le dais la mano? A lo mejor es un tío genial, como Espinete, pero a lo mejor es el Anti-Espinete y es un mal nacido que se dedica a apuñalar a la gente y os tenéis que largar por patas haciendo «¡cuatro! El Maiquelyason». Perrea, perrea.

(Esta historia fue publicada el pasado viernes 14 de marzo en La Voz de Galicia)

Ultramarinos

(Hoy La Voz de Galicia publica mi segundo artículo/columna/monólogo/conglomerado de paridas, en su suplemento dedicado a cultura, ocio, tendencias y espectáculos, FUGAS. Como no se puede leer en la edición digital, -ya les vale*-, os lo dejo aquí y así de paso voy engordando a este recién nacido blog. Si compráis el periódico podréis ver la genial ilustración del dibujante y autor de cómics Kiko da Silva, y si no pues os tendréis que conformar con esta fotica, que no aporta nada pero queda bonita…)

ultramarinos

En estos tiempos de grandes superficies, de pague uno y lleve dos, eso sí, llévese también un carro de cosas que no necesita… ¡Cómo no las voy a necesitar si salen en la tele! Todavía resisten cuál aldea gala de Astérix, camuflados entre las callejuelas de nuestros barrios, las tiendas de ultramarinos. Lugares milenarios más antiguos incluso que las ciudades en las que se ubican. ¿Por qué otra razón sino, se pudieron haber establecido, por ejemplo, los romanos en Lugo? Porque al lado había un ultramarinos. Todos están bautizados con el nombre de su propietaria: “Ultramarinos Fina”, “Ultramarinos Josefa” o buscando el toque de distinción, “Alimentación Mari Carmen”, como para entrar y preguntar cuánto cuesta el kilovatio. Pero estos nombres no son sino, enunciativos de la familiaridad con la que serás tratado. Porque tú llegas y puedes decir, “Buenos días Fina, una barra de pan”. Si bien es cierto que te arriesgas a que la señora que está detrás del mostrador te conteste, “Fina era mi madre, se murió el mes pasado, yo soy Fernanda, su hija…” A ti se te cortará el rollo, pero ella se sentirá culpable y cuándo vuelvas por allí al cabo de dos días, en la lona a rayas que protege el escaparate y que es más distintivo de ultramarinos que la “M”, de MacDonald´s, pondrá “Ultramarinos Hija de Fina”. Esa es la familiaridad de la que os hablo. Llegar, pedir una barra de pan, y qué te digan “¿Alguna cosiña más?”, y tú piensas, necesito detergente pero lo compro en el súper que aquí es mucho más caro, pero miras a Fernanda, y te sonríe con su bata blanca, mientras en tu cabeza resuena la palabra “cosiña”, porque si, ha dicho “cosiña”, y no “puedo ofrecerle algún otro producto”, y te rindes. Y contestas, “Si, detergente”. Y te saca un bote de Skip, ¡el de 6 kilos!, porque en los ultramarinos, la dueña elige la marca por ti, -si se estableciesen como franquicia multinacional, lo llamarían “asesoramiento profesional”- y te quedas mirando fijamente el bote de Skip pensando en que tú eres de Ariel de toda la vida, y en qué vas a vender tu lealtad por una sonrisa, y lo que es peor, para qué quieres 6 kilos de detergente si toda tu ropa pesa tres kilos y medio, sábanas incluidas, que te va a durar más el detergente que la lavadora… Pero antes de qué puedas decir nada, como si oliese tu inseguridad, Fernanda añade, “Te doy el bote grande porque no me quedan de los pequeños, y total como no se estropea, ¿no te importa verdad corazón?” Y deseas decirle, “Serás mentirosa, en tu puñetera vida has tenido botes pequeños”, pero no puedes, te ha robado el alma, te ha llamado “corazón”, ¡tardaste dos años en que tu novia te lo dijese! Y va ella, y te lo suelta al primer día. Te contienes para no abrazarla y le respondes, “No claro, no importa, si total esto se gasta enseguida…” Finalmente y tras hacerte la cuenta en el papel de envolver el pan, saca una bolsa de plástico azul en la que una cajera de súper no sería capaz de meter un litro de zumo y dos de leche, ella mete el zumo y la leche, las patatas, el queso, incluidos los cincuenta gramos que te ha puesto de más y el papel higiénico de doce rollos. Y cuando crees que no va a caber nada más, que ya es imposible que haya metido todo eso, va, ¡y mete el bote de Skip! Y mientras observas el lote y estudias cuál será la mejor manera de transportarlo, te dice Fernanda, siempre resolutiva, “¡Ay! ¡Qué me olvidaba del pan!” ¡Y lo pone al lado del detergente! Totalmente ajena a tu cara de incredulidad y añade, “Graciñas, coge la bolsa por abajo, que sino se te va a romper” Y tú te vas, abrazando el petate, destrozándote la espalda, pensando que en los ultramarinos como en El Corte Inglés, el trato personal, se paga caro.

* Ha costado pero ha aparecido, si se puede leer el texto en la edición digital pinchando aquí, si es que a mi ya me lo parecía… Mis disculpas.


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