Yo no soy mucho de galletas, pero cuando me apetecen galletas, quiero galletas, no sucedáneos híbridos con aspiraciones dietécas, llenas de fibra y centeno que son como masticar mimbre. Por no hablar de las que llevan soja. Que hay que joderse con la soja y su versatilidad, que si leche, zumo, galletas, pan, aceite. Sólo falta que sirva de combustible y se acaba la crisis energértica de un plumazo, o de una cosecha, mejor dicho. Porque da para todo, y eso que yo creo que la mayoría de la gente ni siquiera tiene muy claro lo que es. Pero tiene más usos que el aloe-vera, que tampoco sé lo que es, por cierto. No será para tanto…, la soja es una legumbre, dirá alguno. Ya… Pues dibújala. ¿Quién sabe dibujar una soja? Ni dios, es la verdad. A la mayoría os saldría mejor un dibujo del botafumeiro de la catedral de Santiago hecho de memoria, que el de la puñetera soja. Pero tranquis, que yo soy un tío que para escribir se documenta. Resulta que la soja es una planta leguminosa, una especie de judía procedente de Asia. Que di tú, que sí es judía y es asiática tiene que ser rentable y productiva a la fuerza, pero de ahí a que dé para hacer todas esas cosas, ya me parece un pelín exagerado.
Y el otro día quería galletas, galletas golosas, no galletas María de esas que sin un tazón de leche no saben a nada. No, yo quería, crema, cacao, larpeirada*, que se dice. Y me compré unas Oreo. Sí, ya sé que no son la fiesta del colesterol para tener tanta ansiedad por devorar aceites vegetales, hay cosas peores, pero no sé, las vi, me las llevé y me dispuse a darme el homenaje. Abrí la caja, que es de cartón, después saqué un paquetito, vienen de cuatro en cuatro. Eso no se hace. Aunque sólo quieras una, sabes que te vas a comer las cuatro. Sí, habrá alguno que se coma dos, doble el plastiquito y vuelva a meter las otras dos en la caja. Pero os voy a dar un consejo, si conocéis a alguien así, alejaos de él. Esa persona es un amargado que no sabe disfrutar a lo grande de los pequeños placeres. Es más, os voy a decir una cosa, si os liáis con ese tío, es probable que a los cinco minutos de polvo se dé por satisfecho, y sin haber rematado la faena, se saque el preservativo, lo enrolle y lo vuelva a meter en la cajita.
Dicho esto y abiertas las galletas, me dispuse a comer la primera y no sé como, ni por qué, pero me sorprendí a mi mismo destapando la puñetera galleta. O más bien sí que se por qué, porque hace un par de años había un anuncio en el que decían como comer la galletita de las narices, y decían que había que destaparla. Y yo voy, y la destapo. En más de veinte años comiendo galletas Príncipe de Beukelaer, que son unas galletas con una estructura análoga, no se me ocurrió intentar destapar una, es más, si por cualquier motivo alguna venía rota con media tapita suelta te daban ganas de ir a partirle la cara a la cajera del súper por no meterlas en la bolsa con cuidado. Pero las Oreo, como te dicen en el anuncio que las destapes, vas, y las destapas, y yo desde que me di cuenta de esto vivo con miedo, con mucho miedo, con miedo por mi vida, porque sé que si en el anuncio de Oreo me dicen que me tire de un puente, sé que me voy a tirar.
*Larpeirada: En gallego, chuchería, dicho de algo que sea muy goloso.
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