El sábado pasado actué en el teatro Ateneo de Valencia, al terminar la función y pensando a donde ir a tomarnos una cerveza, un colega comentó que en la discoteca Pachá sorteaban implantes de pecho. Obviamente yo no quise ir, ya tengo más pecho del que me gustaría, pero el reclamo del local me dejó alucinado. La mente se me llenó de incógnitas ante tan novedoso concurso. ¿Tendrá la ganadora, como suele ser habitual en estos sorteos, enseñar su premio al resto de los concursantes? ¿Se podría escoger el tamaño de los implantes o sorteaban unos de la talla 150 y si los quieres bien y si no los dejas? Me imagino a la ganadora sacrificando su espalda por no renunciar a un premio. Porque no es como cuando te toca una tele, que llegas a la tienda y si lo prefieres la puedes cambiar por una lavadora pagando la diferencia, no te permitían cambiar las prótesis por una liposucción. También pensé, si como premio de consolación regalarían un Wonder Bra a las finalistas. Otra cosa que no me extrañaría es que como los implantes los regala Pachá, lo mismo traen las cerecitas de su logo tatuadas. Y lo que más me inquietaba es qué explicas el domingo en casa cuando te ven levantarte al mediodía toda resacosa y con unos pechos nuevos. Me acuerdo de cuando empezaba a salir, en muchos bares te regalaban camisetas de la bebida que tomases y mi madre se daba cuenta de que me la había pillado gorda cuando veía una docena de camisetas de whisky tiradas en la habitación. Ahora, con este tipo de sorteos, me imagino a una madre tendiendo en el patio de luces un sostén con dos copas como las de dos abetos, y la vecina de enfrente pregunta de quién es semejante prenda, a lo que responde resignada: “La niña, que cada vez que sale de fiesta vuelve a casa con dos tallas más de sujetador…” Aunque lo más importante, es que el sorteo se haga ante notario, porque si se descubre que ha habido tongo, no quiero ver a la pobre ganadora teniendo que devolver el premio. Porque además, ¿quién paga la cirugía reductora?
Y lo bueno del sorteo es que a pesar del premio, también podían participar los chicos y regalar el premio a sus novias o amigas, según la organización. Que esto sí que es meterse en aguas pantanosas, porque si se las regalas a una amiga seguramente tengas lío con tu novia, pero si se las regalas a tu chica puede que no le haga demasiada gracia y te diga algo del tipo: “Podías haber ido a la discoteca de al lado, que sorteaban alargadores de pene…” Y aquí no vale la decisión salomónica de “una para cada una…” Por otra parte, la otra opción, que es guardar el premio hasta que llegue el día de la madre, sería aún más violenta, ¿qué le dirías? Le dirías: “Mamá, cuando era un bebé te vacié las tetas, pero ahora te las vuelvo a llenar. Estamos en paz…” ¡Yo creo que antes de meterme en un berenjenal así pido que me coloquen a mi los implantes!
Finalmente la discoteca fue acusada de denigrar a las mujeres y anuló el sorteo. Y yo no digo que no fuera denigrante, pero lo que no era, es sexista, porque a la semana siguiente iban a organizar un sorteo pensando en nosotros: un implante de labios, ¿que por qué labios? Porque si a tu chica le han tocado unos pechos de la 150 te vendrá bien que tu boca también sea un poquito más grande.
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